
La pasión por el deporte es un aspecto que se hereda en cada generación de muchas familias. A Laura Astiz, sus padres se lo inculcaron y tanto ella como uno de sus hermanos fueron los que más se engancharon. Su padre fue uno de los fundadores del Club de Campo Las Praderas, su hermano es profesor mientras que Laura aprovecha algún momento libre de la semana para acercarse al campo y practicar.
La práctica de golf resulta para Astiz, médica radióloga de 65 años, un espacio de relajación tras una jornada laboral y cuenta con 17 de hándicap (su mejor registro fue 15). Hace unos años, experimentó una situación similar al famoso incidente que tuvo Roberto De Vicenzo en el Masters de 1968: si bien ganó el certamen, resultó descalificada por un error en la tarjeta.

-¿Desde cuándo juega al golf y dónde empezó?
-Cuando tenía 20 años, con mi familia nos mudamos a Praderas, entonces con mis hermanos comenzamos a tomar clases de golf y obtuvimos el hándicap, pero yo no jugaba. Después de un tiempo lo abandoné hasta que, a los 40 años, me hice una casa en Praderas. Entonces, retomé el golf y dejé el tenis. Me compré palos y toda la parafernalia y arranqué de nuevo.
-¿Cuántas veces por semana juega normalmente?
-Vivo enfrente de la cancha, entonces juego en cualquier tiempo libre que tengo, quizás voy una hora a practicar. Al menos tres veces a la semana salgo a practicar. No hago nueve hoyos, sino dos o tres. Como hay poca gente y, en general, no tengo nadie atrás ni adelante, puedo usar tres o cuatro pelotas. Entonces practico el putt, el approach y otros golpes. Además, todos los fines de semana juego torneos como los Pro-Am, Interclubes, Intercountries, Abiertos o Laguneadas.

-¿Cuáles fueron sus mejores resultados?
-Hace dos semanas salimos campeonas del Interclubes de la Asociación Argentina de Golf de tercera categoría. De forma individual, una vez en Praderas hice el par de campo en la ida, donde registré todos pares. Fue un milagro del cielo, aunque no gané el torneo. Siempre dicen que el hándicap, al final, sale. Se compensó porque en un hoyo hice 12 golpes y presenté tarjeta con 70.

-Para los interesados en el turismo y el golf, ¿cuáles campos recomendaría en la Argentina como impostergables?
-El que más me gustó fue Potrerillo de Larreta, en Córdoba. El paisaje es increíble y la cancha bastante difícil. Otros que visité son La Cumbre en Córdoba, Chapelco, Llao Llao y Cariló, entre los cuales destaco a Llao Llao también por el entorno.
-¿Cuáles son sus dos campos de golf preferidos a los que asiste habitualmente?
-Conozco las canchas donde hemos jugado con el Intercountries, como Golfers, San Patricio y Cardales. La número uno es Praderas, aunque nadie es profeta en su tierra. A veces vienen de afuera y nos ganan. Me gusta jugar en mi cancha porque sé lo que tengo que hacer, siento confianza, conozco las distancias y es donde practico. Mi hoyo preferido es el hoyo 4 de Cañada, un par 5. No por lindo, sino porque me da más esperanza de hacer par. Es un hoyo recto, no tiene agua y con el segundo tiro llego fácil a las 150 yardas y de ahí puedo llegar al green sin problemas. Después, si sale todo bien, hago dos putts y consigo el par.

-¿Long drive o approach?
-Approach, porque es un tiro de precisión y me encanta practicarlo. En el drive, aunque le pegue horrible a la pelota, va para adelante. En cambio, en el juego corto es muy importante pegarle bien y no caer al búnker, no pasarse o quedar cerca de la bandera.

-¿Si tuviera que salir solo con tres palos cuáles serían?
-Salgo con el hierro 7, el pitch y el putter. Con el hierro 7 puedo hacer un swing completo y llegar a 110 yardas, arrimar, hacer un approach corto o salvarla si me queda debajo de un árbol. Luego, el putter quedaría obviamente para el green y ahora también lo estoy usando en el antegreen, depende cómo sean las caídas y las subidas.
-¿Cuál es el mejor campo de golf que conoció en su vida?
-En Málaga, he jugado en Calanova Golf Club. Una pareja de amigos de Praderas se fue a vivir allá y, como juegan al golf, cuando los visité me llevaron a conocer esa cancha. Es espectacular, todo el campo es en subida y bajada. Recuerdo que tenía un hoyo muy complicado porque el green estaba arriba, por lo cual era muy difícil calcular la distancia y además había una laguna. También he jugado en los lugares de Italia donde mi hermano ha dado clases. Por ejemplo, en Bogogno, cerca de Milán, que es una de las canchas más importantes del país. Tiene 27 hoyos y es parecida a Praderas porque tiene casas. Otras que jugué fueron Salice Terme, en Pavía, y Vigevano.

-¿Alguna vez estuvo cerca de un hoyo en uno?
-En pares 3 tuve para hacer birdie solamente. En un par 4 en Praderas, una vez hice un águila. Salí con el drive y para el segundo tiro me quedaron 140 yardas, entonces pegué con la madera 5. Cuando llegamos al green no encontrábamos la pelota y resulta que estaba en el hoyo.
-¿Quiénes son los miembros más habituales en su línea?
-Tengo una línea con mis compañeras de Intercountries que es siempre la misma. Son Esperanza Toccalino, Mabel Bermúdez y Marina Ferrarotti.

-¿Hay otros golfistas en su familia?
-Mi papá, mi mamá, mis dos hermanos y mi hermana jugaron en algún momento. Mi papá era golfista, era socio del club Ituzaingó y fue socio fundador de Club de Campo Las Praderas. Los únicos que quedamos jugando somos uno de mis hermanos que es profesor de golf y yo. Él vive en Italia así que tomo clases dos veces al año: cuando viajo a visitarlo o sino cuando viene él para acá. Mi hermana dejó de chiquita y mi otro hermano abandonó hace varios años.
-¿Cuál es su palo preferido?
-El sand. Me siento con confianza cuando lo uso. También es el palo que más perdí, voy por el tercero. El primero me lo olvidé en un búnker en Smithfield. Eran unas salidas simultaneas y yo terminé en el hoyo 16, por lo cual quedó ahí. Llegué a mi casa y me di cuenta que me faltaba un palo. Después, el otro lo perdí acá en Praderas. También en un búnker, pero me di cuenta un mes después porque jugué un sábado y el domingo me fui a Italia. Cuando volví, vi que en la bolsa faltaba el sand. Supongo que me lo olvidé en la cancha, no lo reclamé y alguien lo encontró. Es el palo que más quiero pero que más abandono (risas).

-¿Qué es el golf para usted?
-Lo que más ganas tengo es que llegue el momento de jugar porque me desenchufa del trabajo. Por un lado, es una terapia y, por otro, un castigo ya que, cuando juego mal, a la noche no puedo dormir debido a que no puedo olvidarme los golpes que hice. Quiero trabajar para olvidarme de lo que hice en el golf (risas). A mí me gusta mucho salir a jugar sola, me brinda ese contacto con la naturaleza y mis pensamientos.
-¿Qué tiene el golf de especial que otros deportes no tengan?
-Me gusta jugar al golf porque el desafío es con uno mismo. En el tenis, si juego contra una persona que es mejor que yo, me gana. Por más que quiera mejorar, si el otro juega mejor no le voy a ganar nunca. En el golf, en cambio, compito contra mí misma. Por lo tanto, un triunfo no es ganar el torneo, es jugar bien. Si consigo jugar bárbaro y no gano el torneo, no me importa porque la satisfacción está en saber que jugué bien.

-¿Tiene una anécdota divertida relacionada con el golf que quiera compartir?
-Una vez gané un torneo, pero me pasó como a Roberto De Vicenzo y me descalificaron porque estaba mal la tarjeta. Mi marker se equivocó y me anotó un golpe menos. Yo no me di cuenta y la entregué. Fue hace unos 10 años en un Gran Premio de 54 hoyos en Praderas. Cuando vi que estaba mal, avisé. Entonces, me anularon la tarjeta. Al final, ella se quedó con el primer premio y yo ni siquiera con el segundo porque directamente me descalificaron.

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