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Jugar a bogey, para disfrutar un buen par.

Por Marcelo H Barba

¿Cuántas veces escuchamos que deberíamos ‘jugar a bogey’? Y si nunca oyeron esto, se los digo ahora: «deberíamos jugar a boogie…» Sobre todo, para quienes tenemos un handicap de 18 golpes ó más…

Voy a relatarles una anécdota que considero muy rica, si me lo permiten, para comprender mejor que nunca, lo que significa esto de ‘jugar a bogey’.

En el club, donde jugábamos cada fin de semana con un grupo de amigos, existe un Par-3, un único y bendito hoyo (Número 6) que es lo suficientemente complicado como para hacerle menos de cuatro golpes, independientemente del handicap que tengamos. Digamos que pone a prueba a todos los golfistas.

Posee una longitud que oscila entre las 140 y 160 yardas aproximadamente, dependiendo de si la salida -de hombres- se realiza desde el tee azul o blanco (de acuerdo a los hándicaps correspondientes).

Se trata de un Par 3 recto, sin árboles ni grandes plantaciones que lo protejan de los vientos, con una profunda zanja -con agua- que corta el fairway en todo su ancho, a la altura de las 120 yardas.

A la derecha limita con arbustos bajos y tres palmeras flacas que demarcan el fuera de límite del campo. Por la izquierda, con el camino que pone de regreso a los golfistas con el hoyo 7 que sigue. Aún más a la izquierda encontraremos más agua, una laguna que no debería entrar en juego salvo que… en casos extremadamente excepcionales inventemos un creativo y larguísimo gancho, de esos que no podremos repetir dos veces en la vida.

Si viésemos al hoyo de perfil, en toda su longitud, esa zanja aparecerá como una pronunciada «V» que define una fuerte caída hacia el agua que atraviesa el hoyo. Cruzando dicha zanja enfrentaremos a la otra mitad de la «V», pero con la pendiente hacia arriba hasta llegar a la entrada del green, un lugar generalmente húmedo y embarrado.

El green propiamente dicho está ‘sobreprotegido’. Si bien es largo, posee una relación de 3 a 1 con su ancho, con lo cual, habrá que ser preciso con el primer tiro para que la pelota no caiga en los laterales, donde descubriremos profundos pozos de pasto a la izquierda, lomadas a la derecha que caen hacia el fuera de límite, zanja-agua al frente, y un amplio bunker al fondo… un par-3 al que sólo le faltan cocodrilos.

Así planteado parece dar terror. Nos encuentra siempre parados en el tee de salida, con leve viento de frente, debatiéndonos -con el driver en la mano- si dejamos todas nuestras fuerzas para llegar al green, o nos conformamos con la idea de que caiga dentro de esos horribles lugares de recuperación…

Frente a tantos dobles y triples bogeis, un día surgió el «Plan B»: Jugar a bogey.

Pero la verdad es que apareció, porque pifié el tiro de salida y mi pelota quedó -por suerte- a pocos metros del agua. No me dejó otra opción que un suave approach con un hierro corto, con un resultado muy bueno.

Uno de mis amigos, el que tira con mayor potencia, cruzó con hierro 5 pero… lo hizo de una forma tan exigida, que su bola terminó pegada al fuera de límite de la derecha (casi se va) y le quedó un 2do tiro de recuperación difícil, con poco espacio en el green para frenar su bola… Resultado: un 5.

Otro compañero tomó una madera 5. Obviamente más exigido, con un resultado magro. Su bola apenas pasó el agua y aterrizó dentro de un pozo de pasto mojado y espeso. Resultado: un afortunado 4.

Mi segundo tiro fue un approach con Pitch, a una bandera que no superaba las 35 yardas, sin esforzar ni exagerar el swing. La bola terminó a 3 metros del hoyo. Resultado: un inesperado par.

Luego de mi «exitosa frustración» terminé adoptando la táctica de llegar al green en 2 golpes; al principio me mirarían incrédulos, tomando mi stance con un hierro 7, sabiendo que era prácticamente imposible cruzar la zanja. Pero le apuntaba al medio y tiraba un suave y controlado golpe, con un resultado casi cantado, al medio del fairway y antes del hazard, a pocas yardas en línea a la bandera.

A partir de esta nueva vivencia, en la que sin proponérmelo había decidido jugar a bogey, llegué a mis propias y buenas conclusiones:

1) Si mis ejecuciones no son tan potentes como para sobrevolar “xxx” yardas de aire en forma recta y precisa (y no lo son), más vale ser discreto y dejar el orgullo en la bolsa, que terminar fuera de límites, en la zanja, dropeando otra bola, sumando multas o haciendo tiros de recuperación desde el barro.

2) Tomado esta opción ‘a bogey’, no me sentí exigido en ningún tiro, ni en la salida, ni en el 2do., ni sobre el green. Esto tiene un valor importantísimo para cualquier golfista, porque se anula el factor de incertidumbre sobre el destino de la bola y se asegura más la precisión.

3) Convencido de jugar a bogey apareció inesperadamente el par… Aunque confieso que en otras tantas oportunidades hice el 4 que me había programado, pero aun así podría afirmar que, con esa decisión pensada anticipadamente, minimicé drásticamente el doble y el triple bogey que normalmente obtenía como resultado final en un inocente Par-3. Para mi handicap… un negocio brillante.

No sólo lo puse en práctica ahí, sino que experimenté una nueva sensación en cada tiro que enfrenté en el resto de la cancha. Mis pensamientos cambiaron de rumbo en este sentido:

«Si tengo que realizar un tiro exigido con viento en contra o cruzado; y si además tengo dudas sobre el destino final de mi bola; y si aun ejecutando con el palo de máxima potencia advierto que no llegaré al green e inevitablemente deberé ejecutar otro tiro, entonces:

¿Por qué me compro un problema con tantas dudas y escenarios de riesgo que seguramente me sumarán más golpes…?

La sorpresa siguió. En un par de semanas, observé con asombro a mis propios amigos ‘jugaban a bogey’, es decir, la dejaban corta de la zanja y encaraban un approach al hoyo, asegurándose un 4 y en el mejor de los casos un inesperado y bienvenido PAR.

El mensaje final de este cuento es simple. Nos volvemos a enfrentar al equilibrio; al minuto de análisis frío que requieren las decisiones difíciles; al momento en el que la estrategia y nuestra inteligencia deberían pesar más que la fuerza y la potencia que aún no podemos controlar como quisiéramos.

Humildemente, creo que vale meditarlo un minuto. No se trata de indulgencia para con uno mismo ni de conformismo, sino de sensatez y sentido común, comprendiendo así nuestra realidad y experiencia. A medida que avancemos en las prácticas y accedamos a otros niveles que nos permitan realizar esos tiros que hoy nos parecen mágicos e inalcanzables, iremos advirtiendo gradualmente que podremos.

Dirección: Diego Mémoli
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No falta tanto tiempo para que nos propongamos jugar a par (quizás nos sorprendan algunos birdies inesperados).

Tranqui… eso también llega.

Hasta la próxima.

Una respuesta a “Jugar a bogey, para disfrutar un buen par.”

  1. Raul Cristobo Avatar
    Raul Cristobo

    Excelente comentario lo e sufrido y espero poder realizar este plan de juego gracias por transmitirlo

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1 Comment

  1. Raul Cristobo

    junio 14, 2023 at 1:48 pm

    Excelente comentario lo e sufrido y espero poder realizar este plan de juego gracias por transmitirlo

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