
Un amigo (no-golfista) pero especialista en la psiquis, me propuso abordar la concentración desde una óptica opuesta a la de los temores, es decir, desde las cosas comunes en las que piensa un golfista mientras juega. Difícil el muchacho…
La verdad que me desconcertó, porque a simple vista no detecté ni siquiera un punto en común entre los golfistas conocidos por donde comenzar; así que me propuse buscar algo en mi propia experiencia.
A simple vista y sin demasiado análisis puedo ver dos cosas simples. 1) Que cuando se recorren 18 hoyos, nuestro mecanismo de pensamiento es dinámico. Responde al nivel de éxito o de fracaso que se va cosechando en cada minuto.

Se comienza con las pilas cargadas, con la idea de ganar, de hacer un buen score, que justo en ese día se darán las condiciones astrológicas y climáticas a favor, pero todavía no se avizora ninguna desilusión, por lo menos hasta conocer los resultados de los siguientes hoyos… y
2) Que un golfista de otro país, política y económicamente más ‘estable’, es probable (aunque hoy es incierto todo el Planeta) que tenga su mente más distendida y la ocupe con ideas enfocadas a lo que hace y no se distraiga con otras preocupaciones políticas/económicas/sociales/etc… Ya veremos.
A minutos de haber comenzado (de haber terminado) el hoyo-1, quien suscribe podría llegar a pensar:
“Bueno, un boogie no es tan malo… quizás en el 2 hago par y nivelo un poco! Fuerza que podemos!”
Pero la mente… transgresora, libre y traicionera; ahí nomás comenzará a mezclar desasociada y soberanamente muchos pensamientos mientras finalizo el hoyo-2:

“Bueno, otro boogie… ojo que ya hice +1 en el primero. Qué barbaridad… esa factura de energía que llegó ayer con aumento… Quizás en el que viene hago par y nivelo… seguro que nivelo todo para arriba porque lo que vendrá son más cuentas de gas y agua, multiplicadas por… fuerza, no aflojemos…”
Allá por el ‘15’… mis pensamientos estarían más enfocados… a cualquier cosa menos al Golf, y diré: “Me queda disfrutar un excelente día, lástima este Golf… ya ni pienso en un score decente, con 17+ y cuatro por jugar… ¿salgo con madera 3 ó con driver…? Si, mejor con la 3, así me aseguro ponerla en el medio… En el medio de la nada, porque el lunes tengo reunión con los del sindicato, vence la tarjeta, la cuota… un bajón. Fuerza que podemos… ¿Qué podemos qué… ridículo?”
Subí al green. Estoy a tres metros del hoyo… Mi bola quedó bastante ‘metible’, me parece que cae un poco a la izquierda… concéntrate, ¡concéntrate…!!! Que es a la derecha… ¿y si hubiéramos votado a la Izquierda… no estaríamos así, o no? ¿Ellos son de derecha o de izquierda…? ¿Del centro…? ¿y qué hago apuntando a para ahí? ¡Concéntrate…!! la izquierda nooo… Cae a la derecha ¿si…? ¿Para dónde cae…? Qué calamidad… Cerré este par-4 con 8. Es… como inventar otro hoyo… como si hubiera jugado dos par-4 e hice par en ambos… debería estar feliz, ¿o no?
Pero no hay 19 hoyos, este 8 es el resultado de uno solo… e hice el doble. Lo mismo que la inflación que publican y nadie se la cree, que es el doble de lo anunciado…

Vamos al 16, ahora sí… la tengo: “Dieciséis… dieciséis… ¿a vos te parece que puedo negociar un 16 de aumento…? es una vergüenza… después nos quejamos …”
“Menos mal que vine a desenchufarme… que dejé los problemas de lado y disfruto de toda esta postal natural, que me deja el alma llena de paz y tranquilidad. Tranquilidad que necesitaré mañana, cuando vuelva a la oficina y me encuentre con esa manga de vagos, que tienen atrasado todo el trabajo…”
Pero aún quedan tres hoyos por jugar y me digo: bórrate de la mente las ideas. Concéntrate en la pelota, en nada más que eso… vamos que podemos.

Llega el 17. Ni pienso asociarlo con nada. Me propongo férreamente que el 17 no se relaciona con nada conocido ni malo, ni feo, ni complicado ¿o sí? Tomo el hierro 7, confiable, por el medio, suave… Es un par 3 fácil y recto. Se viene el birdie… se viene… lo siento…
Pero miro el paisaje verde, tan pacífico, atractivo, que dan ganas de tomarse vacaciones aquí, justo aquí, sólo faltaría una buena piscina. Clavo el tee y ejecuto hacia la victoria… y la pelota hace una escala técnica en la arena del costado… qué simpática cosa blanca y redonda… sólo me falta un baldecito y un patito de goma. Tanto pensar en vacaciones y playas, que la bola me invitó a pasar por la arena, tan calentita y suave…
Tan suave que al ejecutar el segundo… paso por debajo; vuela, pero no sale del bunker. Bueno, no será un birdie, pienso… y negocio conmigo mismo. Acaso le haré par… si la emboco desde aquí (pero como vengo jugando… me parece que será más fácil ganarme un Loto). Cierro con cinco. Un repugnante e inesperado cinco. Doble boogie en el último par-3. Se acabó. Hoy no es un día de Golf, definitivamente no para mí.
¿Juego el 18, o voy a la ducha…? Me salió toda la frase con “ch”… de Bariloche, de noche y en coche… Pensá…!!! Pensá en el Golf…!! Qué versito ni versito…
No, no puedo, tengo que aguantar y jugar el último, aunque nos estemos arrastrando con mi ‘silente y taciturno compañero’ -que viene bastante bien, ‘Don Tranqui’- y ahora que lo miro mejor, el que se arrastra soy yo; creo que ‘Juan’ podría cerrar su tarjeta en par de cancha, eso sí es algo bueno.

Pero… ¿en qué piensa mi amigo mientras juega… que nada lo perturba?
_ Juan, ¿en qué estás pensando…? Le pregunté mientras nos dirigíamos al 18.
_ En nada en particular. Me dijo tan sereno. Y continuó: “_ Si llegara a pensar en todo lo que me preocupa, además del Golf, diría que difícilmente venga a jugar…” y antes que pudiera contestarle, remató su pensamiento:
“_ Evidentemente uno no puede deshacerse de los problemas, te acompañan a donde vayas… lo que pasa, es que en forma consiente trato de inhibirlos con la concentración que me exige este bendito juego…”
_ Pero no se puede jugar así… como “exigido”, en el Golf eso no va. Le dije.
“_ Lo sé, pero no me refiero a la exigencia como una preocupación más. No le doy el mismo nivel de importancia y tratamiento que al resto de los problemas… trato de no mezclar, de guardarme un pedacito del cerebro para el Golf. Sería como blindar los ‘pensamientos de Golf’ del resto.”

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_ ¿Y cómo se hace eso… es un chiste… o te convertiste en Monje…? Contesté como pidiendo más datos.
“_ Hago lo mismo que cuando trabajo… quizás sea un ejercicio que aprendí hace tiempo y lo repito cada vez que lo necesito. En la oficina me aíslo tanto del ruido externo, de la gente y de sus conversaciones, que termino absorto y concentrado en lo que leo o escribo. A pesar de eso, vuelvo a leerlo para no equivocarme cuando decido algo importante. Obviamente… a veces también me equivoco.”
_ Pero esto no es la oficina… Dije. Aquí no podés re-leer nada, una vez que decidiste pegar no podés volver atrás… la bola ya está volando.
“_ Es verdad, no es la oficina. Pero para lograr ese ‘ideal’ de una mente libre y en paz, hay que hacer algo más”.

No creas que con un poco de paz y soledad se hace magia. Por sí solas son insuficientes. Hay que aprovechar esta fuerza ‘natural’ que te rodea (ahí me señalaba el piso, el cielo, la cancha). Dejarse contagiar por las cosas simples del campo de Golf, de su amplitud, de este tremendo espacio agreste; del viento, los olores, los ruidos de los bichos, los colores… ¿O acaso ahora mismo no hay olor a pasto recién cortado…? Es hermoso. Todo esto termina invadiéndote y hace que se desplacen -aunque sea momentáneamente- las otras preocupaciones… Eso es lo que hay que hacer en realidad.
_ Te pareces al “Maestro Chino” que le enseñaba al famoso Saltamontes… Me da la sensación que te da lo mismo hacer un birdie que boogie… que entraste en un trance y ya no te preocupa nada… Concluí serio.
“_!…Si viejo amigo! Rotundo y categórico SÍ…! Es verdad, me da lo mismo y por ese motivo, precisamente, a veces juego mejor que nunca. Creer o reventar… así de simple.”
Y continuó iniciándome en su ‘ocultismo’ y alquimia personal…
“_ La diferencia es simple: no vengo a buscar birdies, vengo a ‘conectarme’ con lo que NO tengo en la ‘City’ de asfalto y cemento; a emborracharme de placer… en mis cinco sentidos:
Tacto, vista, oído, sabor y olor. Si me preguntas de nuevo en qué pienso al jugar; te describiría algo parecido a lo que acabo de decirte, pienso en términos de energía que me satisface, más que en jugar bien.”
_ Gracias Juan, me ayudaste… a confundirme más. (Me quedé mudo y tratando de oler el pasto recién cortado…)
Y así las cosas ambos finalizamos el 18, como si bajásemos lentamente de un templo sagrado del Himalaya…

Un ejercicio de concentración con un maestro
En el bar, relajados, Juan me vio pensativo y se tomó la molestia de explicarme alguno de sus secretos. Pedimos una cerveza y comenzó a contarme de qué se trataba eso que -él decía- era un ejercicio para el alma (Yo pensaba… ¿Qué más hay que aprender… eh??? Ahora también interviene el alma…?)
El ejercicio: Lo primero que hago al llegar al club, es ser consiente de dos elementos que creo son fundamentales. 1) Mi cuerpo y 2) El lugar que me rodea.
Esto es serio, no te rías… escuchame y cerrá la boca que se te caen los maníes… (que habían traído con la cerveza)
“Ni bien llego al club, comienzo a caminar libremente, unos metros, alejado de la gente, sin palos ni nada más que la ropa y los zapatos que llevo (aunque lo ideal sería ir descalzo, mojándote los pies con el pastito húmedo… pero eso sería como mucho). Cerré mi boca, me puse serio y continué escuchando atentamente”

“Trato de hacerlo en soledad. Miro un poco el cielo, el pasto, el agua, los árboles… Pienso ‘a propósito y conscientemente’ en que, en este momento soy parte del contexto, que Alguien me puso aquí…”
“Que por un designio o por el propio destino, ahora -precisamente ahora- estoy aquí y no en la oficina, en casa o en un metro. Que todo me sucede en este segundo de mi vida, ¿no es sublime eso?”
Lo miré y callé… no sabría qué decirle. Me comí otro maní –con la boca cerrada-
Me seguía explicando: “Al rato comienzo a sentir una energía que me carga y estremece la columna, parecido a un ‘chucho’ de frío. Ahí puedo percibir que formo parte del Campo; es como que soy consciente de lo que me rodea y me transmite su fuerza” (Claro… pensaba yo, por eso no se quita los zapatos… descalzo y con el pasto frío… seguro termina en el baño más cercano, tremendo eso…)

“En cada paso que doy –despacio- palpo el aire y los olores como si fueran densos y quisiera degustarlos en mi boca; comienzo a escuchar sonidos -que es bastante distinto a ‘oírlos’- es como una sinfonía; siento el viento en la piel. Soy ‘más consciente’ de mi respiración, que es profunda. Ese es un elemento clave para cualquiera que desee aproximarse a un ejercicio de concentración. Como si fuera una puerta de ingreso… (Aquí yo estaba entrando a un estado de “cuasi-hipnotismo”, así que seguí escuchando sin interrumpirlo, pero comiendo más maníes…)”
“Desde que me puse a caminar, lo hice respirando con ritmo. Llenando los pulmones, reteniendo por cinco segundos cada inspiración; tomándome 5 más para exhalarla lentamente por la boca, cerrándola un poco como queriendo decir en forma muda la letra u”.
“Hago eso unas 6 u 8 veces más. Después me detengo y dejo caer suavemente mi torso sobre la cintura, con los brazos colgando de los hombros, sin flexionar las rodillas, exhalo todo el aire y retengo esa posición por cuatro segundos más. Comienzo a levantarme a medida que inspiro profundamente, hasta llenar los pulmones. Vuelvo a retener el aire y repito las 6/8 respiraciones, mientras voy volviendo al tee. Eso me lleva menos de 7 minutos”
“Cuando llego al tee para ejecutar mi primer tiro, estoy sintonizado. En armonía con mi mente y el lugar que piso; relajado, con movimientos naturales y acompasados. Apoyo y sostengo suavemente mi lengua en el paladar, con ello evito que cuando descargue el golpe se tense el maxilar y se endurezcan los nervios del cuello. Dejo que todo fluya… libre de tensiones” La lengua..? pensé y dije; sí señor tu lengua apretando el paladar me repitió…
Para finalizar este relato personal, mientras me comí el último maní… Juan agregó algo valioso para cerrar su explicación:

“Por más que juegues en pareja, o con 3 colegas más, sepamos que todo golfista tiene su momento de intimidad y soledad mientras camina hacia su nuevo tiro; también administra sus segundos de concentración cuando prepara su golpe, elije el palo, observa la zona, y finalmente adopta el stance para ejecutar. Esas acciones se realizan en silencio y aunque haya gente cerca, la mente intentará borrar las imágenes y sólo se focalizará en la ejecución. Por eso es importante, cuando se juega con compañeros, saber respetar ese tiempo de análisis y concentración pura, sin hacer ruido ni hablar, inclusive, tomando una distancia prudencial respecto de quien está por golpear su bola”
Nos saludamos con un abrazo, le agradecí su ‘instrucción’ y sintiéndome un aprendiz del Tíbet… pagué la cerveza y me fui lleno de dudas, con ganas de poner en práctica -alguna- de estas sugerencias (aunque confieso que todavía deseo con pasión hacer muchos birdies, águilas y hoyos en uno y seguir maldiciendo a los boogies…).
Finalmente me digo a mí mismo que algo de todo esto podría probar, no? Por ahí… todos esos deseos se me cumplen cuando finalmente me ‘sintonice’ con la naturaleza, la cancha y sus elementos.
Hasta la próxima y jueguen todo el Golf que puedan… obviamente con zapatos y sus amigos de siempre.


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