
Por Marcelo H. Barba
Cada vez que veo un torneo importante por la tele, un Master, por ejemplo, lo primero que me pregunto son dos cosas: 1) Por los jugadores que representan a mi país, y 2) Si jugará Tiger Woods.
Es un pensamiento recurrente… El primero relacionado con nuestro particular interés en quienes nos representarán internacionalmente y el otro (Tiger), a una costumbre arraigada en los años que lo vimos crecer, ganar y transformarse en el ícono del Golf de nuestra época.
“Cada vez que se hable de Golf automáticamente pensaremos en Tiger…” ¿o no?

Muchas personas deben haberse preguntado por qué dejó de jugar si ya está físicamente recuperado de sus accidentes emocionales y físicos.
Quizás escucharon explicaciones “traumatológicas” de los especialistas, referidas a sus intervenciones quirúrgicas y a los malestares que continuaba manteniendo en su pierna, pie y espalda, que le impedían competir en los torneos exigentes. Aunque esa es sólo una parte de la verdad.
A mí modo de ver, la verdad está más cerca de decir que Tiger ya no desea participar… aunque esté recuperado al 100%. Disculpen esta visión particular.

Él mismo, en algún reportaje manifestó que no se sentía seguro de volver a competir.
Decir eso a su nivel (y dicho por Tiger) es aceptable ya que, para regresar a torneos “Master”, debería hacerlo asegurándose ganar o pelear por el primer puesto. Él mismo fue taxativo al comentar: “Me encantaría competir, siento que, si todavía puedo competir a los más altos niveles, lo voy a hacer. Y, si siento que puedo ganar, voy a competir. Si acaso sintiese que no puedo ganar, no me verán allí”.
“Yo no me presento a competir en un evento si no creyera que puedo ganar. Esta es la actitud que tengo”.

La imagen de Tiger como exquisito deportista profesional (distinta a la que posee como humano mortal) no se vería beneficiada en nada si reapareciera jugando nuevamente entre el montón de golfistas, mezclado dentro de las 60/ 70 posiciones de un Leaderbord que casi siempre supo reflejar su nombre en los primeros puestos. Él no lo soportaría…
La gran respuesta a sus ausencias -a mi modo de ver- es que todavía guarda mucho amor propio, dignidad e inteligencia. Sabiduría digamos, para analizar precisamente el nivel al que accedieron sus viejos rivales y otros golfistas a veces desconocidos durante este tiempo de inactividad; jóvenes potentes y precisos que vienen empujando desde las últimas posiciones con muchísima fuerza, quienes en definitiva serán sus reemplazantes naturales.

Si él, en algún momento de su vida, hipotéticamente terminase aceptando que llegó su ocaso, el tiempo de hacerse a un lado y pasar a ser un grato recuerdo, lo hará con orgullo, pero no se irá humillado con más fracasos deportivos. Será cuestión de esperar sus decisiones.
Retomando el análisis del comienzo, cuando su padre le puso ese sobrenombre (recordando y a su vez homenajeando a un coronel vietnamita que le salvó su vida en la guerra), nunca imaginó que su propio hijo llegaría a representar ese nivel de competitividad y agresividad de “un Tigre” en un deporte-disciplina único. Tampoco imaginó el daño que le causaría su descomunal presión (desde los 3 años de edad…) a nivel físico y psicológico con semejante apodo…

Si luego de la muerte de su padre, Tiger hubiera querido ‘despojarse’ de toda la carga que acumuló como deportista y ser humano, quizás se hubiese rebautizado con su verdadero nombre (Eldrick) y dejado atrás al ‘tigre’ que le impedía crecer como persona, libre en sus actos, perdonarse un error, demostrar alegría y amar como cualquier otro. Pero Tiger tenía grabada en su mente y sus células, la formación militar (de la más exigente, la de los Marines de EE. UU.) que su padre había sembrado semilla a semilla en su cerebro.
Como toda pérdida, la muerte de su padre fue dura y para quienes lo observábamos, durante mucho tiempo se sintió conmovido y a su vez acompañado por esa figura militar que supo presionarlo y exigirlo con tanta energía.
No soy quien, ni debo opinar sobre el aspecto sentimental y la gran caída que significó la separación de su pareja, más allá del fallecimiento de su padre. Pero es inevitable entender o mínimamente tratar de comprender por qué, una figura de semejante peso y trascendencia, cayó al suelo como caería un piano desde un piso 20…

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Eldrick T. Woods, así su nombre; transcurriendo el mes de mayo del 2017 también había registrado otro “tropiezo”, cuando fue arrestado por la policía de Júpiter, su ciudad de residencia, por conducir en estado de ebriedad y drogado. Su cuerpo y su vida parecían ser insostenibles sin consumir esos medicamentos opiáceos que le quitaban los dolores de espalda.
El tiempo pasó, las cirugías parecieron ser exitosas; recomenzó con un frágil entrenamiento y caminatas; se mezcló con jugadores de otro nivel en algunos torneos ‘mediocres’ y casi desapercibidos para el público, se midió, reajustó algunas variables, volvió a entrenarse y poco a poco se propuso volver a la cima. Lo logró… y a dos años de aquel arresto policial, se convirtió -nuevamente- en la figura principal del Golf. Fue alucinante.
Volvió, jugó y ganó ‘otro’ Master, luego de once años de ‘abstinencia’ en estos torneos… pero no ganó cualquier Master, acababa de conquistar uno de los desafíos más importantes de los europeos y americanos: un Augusta que, más allá de haberlo ganado en otras ocasiones, en ese momento tenía un mejor aroma, gusto y color.

El mundo todo lo festejó, lo admiró y seguramente lo comprometió a seguir en esa línea, la que nunca debió haber dejado.
Tiger seguía siendo un ejemplo para todos los que alguna vez pensaron (me incluyo) que no volvería, que la vida lo había aplastado en lo más profundo y oscuro de sus errores… pero tal como el fuego que queda sin extinguirse, tan sólo una pequeña brisa de aire fue suficiente para volver a avivar al ave Fénix que lleva en su interior. Tiger ardía otra vez.
Pero sus historias de altibajos no terminarían ahí…
Otra vez sopa…

Febrero 23 del año 2021, 07:00 AM: El golfista Tiger Woods sufrió un accidente automovilístico, y fue trasladado con heridas a un hospital de Los Ángeles.
Según informaron las autoridades, el ídolo fue atendido en el lugar del accidente por paramédicos; sufrió fracturas en la tibia y el peroné de la pierna derecha, heridas en su pie y tobillo, que lo obligaron a internarse con una larga recuperación luego de ser operado en el hospital Harbour de Los Ángeles.
Con 45 años, número 1 del mundo, 2do. Genio del Golf con mayor cantidad de ‘Majors’ ganados a lo largo de su carrera y detrás de los 18 de Jack Nicklaus, luchaba por recuperar su estado físico e intentaría presentarse, a 14 meses de aquel accidente automovilístico, en el próximo Augusta del 2022.

Sigue vivo y vigente. Se prepara para enfrentar otro Augusta’23; sabe que se enfrentará contra los más potentes, los más jóvenes, selectos y mejores profesionales del Golf durante cuatro días consecutivos.
Este ‘nuevo’ Master, por lo menos para mí, tiene características distintas a las otras conquistas de Tiger. Los que lo seguimos jamás lo vimos gritar y festejar desmesuradamente al finalizar un torneo, pero en esta ocasión (el próximo Augusta) creo que explotaría frente a las cámaras y al mundo, mostrando que el tigre aún tiene los colmillos y las garras más feroces del Golf…

Humildemente y desde lo microscópico de mi persona como golfista, creo que, si ganase en esta oportunidad, sería la mejor ocasión de su vida para anunciar oficial y públicamente su retiro, saludando y agradeciéndole al Golf y a todos sus seguidores, haber llegado hasta donde llegó. Nada es eterno.
Mis deseos para que Tiger siempre tenga energía, luz interior y sabiduría para saber cuándo ‘colgar’ su Driver…
Hasta la próxima.

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