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Catalina Hornos, fundadora de la ONG de Haciendo Camino: “Hoy el tratamiento nutricional de un chico cuesta cinco mil pesos por mes”

Por Lautaro López

A los 21 años, en la etapa final de su cursada en la carrera de Psicopedagogía, Catalina Hornos realizó invitada por una amiga un viaje de voluntariado a Añatuya, un pueblo rural en Santiago del Estero, que le cambió la vida. En esa experiencia conoció de cerca la realidad de la pobreza y encontró su vocación.

En 2006 decidió crear Haciendo Camino, una organización sin fines de lucro dedicada a mejorar la calidad de vida de niños, niñas y familias en situación de vulnerabilidad social en las provincias de Santiago del Estero y Chaco donde cuentan con doce centros de desarrollo infantil y fortalecimiento familiar.

En el marco del torneo benéfico que Haciendo Camino llevó a cabo en el Jockey Club de San Isidro, Planeta Golf dialogó con Catalina Hornos, Directora General de la fundación.

-¿Qué balance hace de la jornada?

-Estamos muy contentos. Nos tocó un día espectacular y quedamos conformes con el primer torneo de golf organizado por nosotros. Nos gratifica que la gente se haya sumado y las empresas nos hayan acompañado. Este año para Haciendo Camino fue bueno en cuanto a la difusión y la cantidad de gente que se sumó a acompañar el proyecto.

Catalina Hornos, Directora General de la fundación.

-¿Qué fue lo que le impactó en aquel viaje para iniciar una fundación?

-Fue tomar conciencia de todo lo que había tenido, tanto la educación que había recibido como las oportunidades a las que había tenido acceso. Entendí que había otros que no las tenían, ni siquiera un acceso a lo más básico como es el agua potable, la salud y una educación de calidad. Sentí que no me merecía lo que había tenido si no podía luchar para que otros lo tengan y que podía transformarme en un puente desde la realidad de la que yo venía con aquella otra que estaba conociendo.

-¿Representó un choque de realidad?

-Creo que sí porque no tomamos conciencia de ese aislamiento en el que vive la gente, las distancias. Sin ir más lejos, viviendo ahí tuve un accidente en moto y tuve que ir a un hospital donde no hay un médico, tienen que llamarlo, la radiografía no está incluida y uno tiene que comprarse la venda. Son cosas que damos por sentado. Acá en Buenos Aires, considero que la pobreza urbana tiene un acceso distinto a la rural que está tan aislada. El aislamiento mismo los hace no tener a su alcance derechos que deberían estar garantizado.

-¿Esa situación genera un círculo vicioso?

-Nosotros buscamos cortar ese círculo donde el chico desnutrido tenga un mal desempeño en la escuela o la abandone. Si no tiene un buen nivel de educación, se ve en la necesidad de trabajar desde chico, pero consigue un empleo mal pago porque no tiene una formación y eso da origen a una nueva familia con bajos ingresos, desnutrición y necesidades básicas insatisfechas. Ese círculo se repite si no se lo interrumpe logrando que haya una generación que se forme bien y tenga acceso a una buena alimentación y educación.

-¿Cuántas familias ayudaron?

-En todos estos años hemos acompañado a 22 mil familias. Empezamos con un proyecto chico en Añatuya y hoy tenemos doce centros. También acompañamos a otras quince localidades así que son 27 en total, algunas más rurales y otras más urbanas. Buscamos seguir creciendo consiguiendo más padrinos y donantes nos permitan llegar a más chicos.

-¿En estos años la situación en términos de desnutrición se agravó?

-Creo que en estos 16 años la pobreza estructural se mantiene porque es esa pobreza crónica de los lugares donde nosotros trabajamos. Es algo a muy largo plazo, pero sí hay cosas que cambiaron. Cuando comenzamos no había Asignación Universal por Hijo, entonces eso le da una cantidad de plata fija a la familia, aunque igual no les alcanza para comer todos los días. Si bien ciertas cuestiones se han modificado, la pobreza estructural se mantiene. También tiene que ver con la falta de acceso a servicios porque, aunque tengan un poco más de plata en el bolsillo, si no tienen acceso a la salud o agua potable permanecen en la misma situación.

Fotografía gentileza Haciendo Camino

-¿Cuál es el criterio para formar un centro?

-Hacemos relevamientos, muchas veces en comunidades que están dentro de nuestra zona geográfica o que nos llaman a nosotros y ahí identificamos el porcentaje de chicos con bajo peso o baja talla que son nuestros criterios nutricionales. Si el porcentaje es alto, decidimos abrir un centro. En ciudades de más de doce mil habitantes abrimos un centro y si es un pueblo más chico hacemos una atención itinerante. Es decir, el equipo se traslada desde alguno de nuestros centros, atiende a la gente una semana y regresa.

-¿Qué rol tiene el deporte en el desarrollo de los chicos?

-Trabajamos con chicos de cero a cinco años principalmente y lo que tratamos de hacer es conservar el desarrollo sano de su cerebro a través de una buena alimentación y una buena estimulación para que cuando sean grandes puedan hacer lo que quieran. Nuestro foco está puesto en la estimulación temprana. En Añatuya tenemos un hogar y ahí todos los chicos hacen deporte y actividades recreativas, culturales y artísticas. Tratamos de desarrollar todas sus inteligencias múltiples y áreas de desarrollo. Con las madres brindamos educación para la salud y oficios.

-Si una estudiante hiciera el mismo viaje que usted hizo, ¿se encontraría con la misma problemática?

-Creo que sí. Alguien de mi realidad o del contexto donde yo crecí que viajé al interior y a los lugares más aislados se sigue encontrando con lo mismo que yo vi. A mí me ayudó mucho saber dónde pedir ayuda para formar la fundación. Ni siquiera eran contactos con mucha plata, eran amigas mías que tenían 25 años que donaban en aquel momento 60 pesos por mes. Después fue creciendo, pero inicialmente eran mis amigas y sus padres que aportaban un monto fijo. No es mucho lo que hay que aportar, sino que tiene que ser fijo para, con lo recaudado, poder sostener el tratamiento nutricional de un chico.

-¿De qué manera se puede colaborar?

-Todos nuestros programas funcionan con un sistema de padrinazgo, con personas que ponen una suma de dinero fija por mes. Hoy el tratamiento nutricional de un chico cuesta cinco mil pesos por mes, pero hay gente que dona 500 pesos mensuales y aporta a esa atención que recibe el niño. Lo que nos importa es que esa suma sea fija para cubrir los tratamientos e incluir nuevos chicos.

-¿También se necesitan voluntarios en el terreno?

-Sí, tenemos dos tipos de participación. Hay gente que decide tomarse unos meses o un año para irse a vivir a uno de los centros y entregar un poco de su tiempo y su vocación. Por otro lado, hay personas que realizan viajes de voluntariado y acompañan proyectos concretos. En cuanto a las empresas, en general aportan económicamente para el equipamiento o la construcción de un centro o para la compra de un vehículo. Son aportes concretos separados de los tratamientos mensuales, aunque algunas también aportan a ellos.

Fotografía gentileza Haciendo Camino

-¿En las zonas donde trabajan ustedes ocupan el rol del Estado?

-Me gusta pensar que ocupamos el rol de una sociedad que está comprometida, no del Estado. Entiendo que las políticas públicas evidentemente fallan y por eso estamos con esta realidad, pero también fallamos como sociedad cuando no logramos darle de comer a nuestros chicos. No es solo el Estado, el Estado representa lo que somos.

-¿Tienen articulación con otras organizaciones sociales?

-Tenemos algunas, sobre todo en Santiago capital. En lugares más aislados no hay tantas organizaciones trabajando. Están la Iglesia y la ONG Caritas.

-¿Considera que en general la sociedad argentina es solidaria?

-Creo que la sociedad argentina es muy solidaria cuando hay una crisis. Por ejemplo, cuando hay una inundación, terremoto o pasa algo grave se nota la ayuda, salen camiones con esa ayuda y es visible. Creo que cuesta más ver la emergencia de todos los días del que vive en condiciones de pobreza y el compromiso que implica sostenerlo en el tiempo para poder lograr salir de esa problemática más silenciosa.

-¿Observan casos de falta de información sobre la crianza y cuidados de salud?

-Muchísimos, es el mayor problema que encontramos. Por eso nuestro tratamiento está enfocado en la educación de la mamá, que es quien va a cuidar ese hijo. Hay desconocimiento de cosas básicas. Mucho de lo que hacemos nosotros tiene que ver con la formación de la mamá. No es solo una cuestión de acceso al alimento sino también mucho de educación y de formación en cuanto a la crianza de un chico. También es importante que aprendan a administrar la plata que tienen para comprar algo más nutritivo. Que sepan en base a qué criterios elegir y cómo conservar los alimentos.

-¿Cuáles son los próximos pasos de la fundación?

En el corto plazo, apuntamos a crecer para poder incluir más chicos en el tratamiento. Durante esta semana tenemos un curso de formación para la economía familiar en articulación con otra ONG llamada Nuestras huellas, al que me sumo desde mañana. Luego voy a visitar Tacañitas que es un paraje rural donde vamos a abrir un nuevo centro. A largo plazo, obviamente me gustaría que la desnutrición no exista, pero dada la realidad nos gustaría lograr planes de articulación con el Estado provincial de las dos ciudades donde estamos para juntos poder llegar de una manera más institucional a todos los rincones de las provincias.

Si quieres colaborar con Haciendo Camino, hace click aquí.

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