
La previa al comienzo de uno de los Majors del año se ve eclipsada por la reciente creación de la LIV Golf, la Superliga saudí, que tiene dividido a los aficionados en Estados Unidos.
El tradicional Country Club de Boston, recibirá desde este jueves la 122ª edición del US Open, que se disputará en medio de la “guerra” entre la PGA, organización que manejaba, hasta ahora, las riendas de ese deporte, y la LIV Golf Invitational Series, la Superliga financiada por la monarquía saudí que sedujo con sus millones a varias grandes estrellas del golf.
Los castigos del comisionado del PGA a los profesionales que optaron por participar en la primera fecha, la dura contraofensiva del Greg Nomar –Ceo de la LIV- acusándolos de coartar la libertad de los deportistas y las palabras a favor de figuras como Phil Mickelson o Dustin Johnson o abiertamente en contra como las de Jon Rahm y Rory McIlroy están generando un clima de tensión en la elite de este deporte.

A principios de la semana cuando se abrió las puertas del Club para el comienzo de los entrenamientos, la conversación giró muy poco en torno al golf. En especial cuando Mickelson apareció en escena y se paró frente a los micrófonos para realizar la tradicional conferencia de prensa previa al certamen.
“Quiero decir que es lindo estar de vuelta, es lindo reencontrarme con todos ustedes”, arrancó el californiano con una sonrisa. Fue el único momento ameno de la charla. Lo que siguió fueron largos minutos incómodos y tensos, que, para muchos, marcaron el tono de lo que se vivirá durante el fin de semana.
El gran interrogante de cara al arranque del certamen es cómo recibirá el público estadounidense a los golfistas que jugaron la semana pasada el evento inaugural de la LIV en Londres.

El martes, Mickelson jugó con el español Jon Rahm y con Kevin Na. A la hora de aproximarse al primer tee, recibió un aplauso, un poco apagado en comparación con los de otros años.
“Este es tu año, Phil”, le gritó sin embargo alguien. “Te amamos, Phil”, dijo alguien más.
Poderes enfrentados
Las críticas de sobrevivientes y familiares de las víctimas del ataque terrorista al World Trade Center del 9 de septiembre de 2001, quienes trataron a Mickelson y compañía de “traidores“.
La organización “9/11 Families United” envió una carta a esos jugadores en la que señaló el papel que tuvo Arabia Saudita en el choque de los dos aviones contra las Torres Gemelas y destacó que “15 de los 19 secuestradores” eran de ese país, así como Osama bin Laden.
“Cuando te asociás con los saudíes te volvés cómplice de su encubrimiento y ayudás a darles la cobertura de reputación que anhelan. Se siente como una traición. Mi esposo era golfista principiante. Era fanático de Mickelson. Ustedes no están interesados en fomentar la integridad en el deporte y son parte del sportwashing“, se pudo leer en el texto firmado por Terry Strada, presidente de la organización y cuyo esposo falleció en el atentado.

Al respecto Mickelson comentó: “Le diría a la familia Strada, a todos los que han perdido a sus seres queridos, que siento una profunda simpatía y empatía por ellos. No puedo recalcarlo lo suficiente“.
Estrictamente si uno se ciñe a lo deportivo y analiza lo que paso este fin de semana entre la fecha del PGA Tour, donde Rory McIlroy gano de modo vibrante y la fecha LIV desarrollado en el Centurion Club de Londres, donde quien se llevó la mejor tarjeta, el sudafricano Charl Schwartzel, se puede observar enormes diferencias.
La fecha PGA en el Canada Open plasmo todo el poderío, jerarquía y calidad de los mejores jugadores del mundo, donde Rory McIlroy gano de modo vibrante luchando compartiendo línea con sus retadores inmediatos: y Tony Finau (-17) y Justin Thomas (-15).
Si analizamos la primera fecha del LIV, en el Centurion Club de Londres, donde gano el sudafricano Charl Schwartzel, podemos decir que se vio un gran espectáculo. Cuarenta y ocho deportistas, enn salidas simultaneas, con modalidades distintas cada dia en un campo de golf espectacular y todo resuelto en tres dias garantizan un divertido evento.

Si no existiera una disputa de poder, perfectamente podrían ser circuitos complementarios.
Acusaciones demasiado fuertes y benevolencias políticas
En las redes, si bien no hay homogeneidad al respecto, hay una línea dura que acusa de traidores a los jugadores estadounidenses que renunciaron al PGA Tour para jugar en la liga saudí.
Esta visión resulta desmesurada si se analizan las relaciones a nivel político, militar y comercial entre Arabia Saudita y los Estados Unidos.
Esta relación especial, comenzó en 1933 cuando se establecieron relaciones diplomáticas plenas. A pesar de las diferencias entre los dos países: una monarquía absoluta ultraconservadora islámica, y una república secular, constitucional. Presidentes de extracciones muy diversas como George W. Bush, Barack Obama o Donald Trump han fomento y profundizado alianzas diversas. Existen intereses militares y económicos que los sostienen.
Acusar a deportistas de traidores por no defender la supremacía del PGA Tour (por lejos la liga más poderosa del mundo) y jugar en la LIV resulta no solo simplista sino además desmesurado.

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