
Por Marcelo H. Barba
Cada golfista que lea esta nota, recordará quién o quiénes fueron sus mentores en esta disciplina. En mi caso lo hago con respeto y cariño, por haber sido personas tan nobles, pacientes y perseverantes que modificaron positivamente parte de mi propia vida. Con las clases de Golf pasa algo singular que vale la oportunidad analizar.
No todos los golfistas en su momento estuvimos, ni hoy estamos o mañana estaremos dispuestos a ‘invertir’ parte del tiempo y de dinero en este compromiso. O nos manejamos de una forma ‘autodidacta’ o preferimos tomar clases guiados por un profesor, pero sólo cuando no nos quedaban opciones, sea para corregir un vicio, un error o reeducar algún músculo averiado…

Con los años (¡le encontré una cosa buena a mi edad…!) diría que me resulta más fácil identificar a aquellos que se formaron con o sin la ayuda de un buen profesor, ya sea por la ortodoxia en el estilo de su swing; del grado de precisión de sus ejecuciones o por el respeto y conocimiento de reglas básicas. Sobre todo las de respeto y cortesía…
Mi primer profesor (tuve suerte de encontrar un excelente) cuando lo conocí, luego de mis primeras consultas sobre el costo y la cantidad de ‘clases’ que necesitaría para jugar Golf, lo primero que me dijo, fue que él no enseñaba Golf en 20, ni 30, ni en 100 clases… ni que tampoco me garantizaría que jugase bien en el futuro; y que él mismo, con sus setenta y pico de años nunca había dejado de aprender Golf en cada día de su vida…
El verbo Aprender, en el Golf tiene un sentido que va más allá de conocer sus técnicas. Lo primero que uno “imagina” es básico: cómo pararse, cómo tomar el palo, cómo subirlo y bajarlo, en fin…; también creemos que deberemos estudiar una larguísima lista de reglas, que irónicamente jamás entenderemos mientras nunca lo juguemos.

Pero lo que nunca aprenderemos solos, sin la ayuda de un buen profe es su ‘esencia’, su forma de entenderlo, vivirlo y compartirlo.
Mis recuerdos del profesor que me educó en Golf, un personaje inolvidable, fue que rápidamente supo entender mis fortalezas y debilidades (pocas de las primeras y muchas de las segundas), sin decirle nada y con sólo observar mis primeros y torpes movimientos se dio cuenta que ‘venía del tenis’; en cada oportunidad que nos veíamos me consultaba sobre mi vida, qué hacía, a qué me dedicaba y qué pretendía con el Golf.
Durante meses de instrucción, también compartimos anécdotas familiares, historias de un Golf que no conocí sino a través de sus relatos, donde él fue un protagonista y referente importante. Hablábamos de vinos, de raras comidas y de momentos de la vida divertidos y de los otros, los que dejan sabores amargos…

Al principio creí que estaba perdiendo el tiempo (y mi dinero), pero a las pocas clases advertí que “Alfredo” (así se llamaba) no era sólo un profesor de Golf… se trataba de un maestro de la vida, por lo menos para mí.
Cuando íbamos a practicar al ‘driving’, además de enseñarme lo tradicional que todo ‘alumno’ debe conocer, se tomaba unos minutos extra. Nos deteníamos y me hacía mirar. Sí señor… sólo observar a mí alrededor al resto de los jugadores que practicaban o tomaban clases, como yo en ese momento.
Luego mientras tomábamos un refresco me preguntaba qué había visto. Obviamente terminaría corrigiéndome, porque no veía lo mismo que él… me decía que todas esas imágenes que vi no eran de Golf… Que lo que en realidad miraba eran personas medio maniáticas pretendiendo incendiar sus pelotas en vuelo con la potencia de sus tiros, la mayoría ejecutados con drivers, maderas, hierros largos… (y a cualquier parte).

Continuaba: “Esto es lo mismo que yo pretenda enseñarte cirugía cerebral y ponga en tus manos un hacha o un serrucho…”
“El Golf es sutil, preciso, respetuoso; cada vez que lo juegues será como tratar de conquistar a una mujer… sin estridencias ni brutalidades, pero con resultados contundentes”… ¡Qué maestro…!
Aprendí que un buen swing, que los grandes tiros, que la maravillosa potencia y la imprescindible precisión deben complementarse –de forma inevitable- con la esencia del Golf, que proviene del ejercicio que se hace con la mente, y que ésta además, se nutre de mucha concentración; de horas de lectura, de más horas de pura observación, de ejercicios de humildad para aceptar los fracasos y los pocos éxitos que cosecharemos… y por sobre todo, a aprender a conocerse a uno mismo, lo más difícil… (Debe parecerse a un arte marcial).

Por esos motivos es que cada vez que algún amigo, compañero o conocido que comienza a jugar me consulta si conozco un buen profesor para recomendar… termino por referenciar sólo el sitio donde Alfredo frecuentaba sus clases, ya que lamentablemente no deben quedar amigos o referentes de su estilo, de este lado de la vida…
Para quienes dicen que el Golf es costoso, comparándolo con otros deportes como el fútbol, natación, tenis, etc., y desde el punto de vista de la pura instrucción les digo que sí. También digamos que en muchas de esas otras disciplinas no hace falta la ayuda de un profesor para jugar, divertirse y practicarlo esporádicamente…
En Golf hay que invertir más que cualquier otra actividad deportiva (salvo en Polo que debe ser aún mayor), porque existe ese componente de entrenamiento y enseñanza con un buen profesor, que, a diferencia del tenis por Ej., es inevitable. En Golf será imposible pretender salir a jugar a un campo sin conocer sus reglas, ni tener una vaga idea de las distancias y potencias de cada ejecución, de sus límites, de los riesgos y cuidados con los otros jugadores, ni de la ayuda concreta de un profesor.

Estoy un 99,99% convencido de que la mayoría de las desavenencias entre jugadores (los que conforman una misma línea de juego), proviene de un origen muy claro:
El desconocimiento básico de sus reglas; de las multas a aplicar por infracciones; de la falta crónica de ética, de honor y cortesía en el juego; de la deshonestidad; del cuidado por el medio ambiente y de las malas condiciones en que se dejan los elementos en una cancha. Sin embargo, con el apoyo, la instrucción y un buen diálogo con nuestro profesor, nada malo debería suceder.
Como todo, habrá que esperar el momento preciso, la maduración mental y la ocasión justa, para aplicar todo lo que nos enseñaron. Con el tiempo terminemos por advertir que la Vida y el Golf –el Golf y la Vida- tienen muchos elementos y comportamientos en común, aunque será infinitamente más difícil conseguir un buen profesor para la vida.
Ojalá tengan la misma suerte que tuve para encontrarse con un excelente Profesor de Golf y de la vida…
Buen Golf para todos, ¡junto a sus mejores amigos…!
Una respuesta a “Al profe con cariño. La importancia de buen un instructor de Golf”
-
Muy muy bueno , Al profe con cariño. Un abrazó

1 Comment
-
Muy muy bueno , Al profe con cariño. Un abrazó
Deja un comentario